13.9.06

Ley seca con sabor a toque de queda

Hacía mucho tiempo que no escribía. Viajes, retornos, más viajes y... cierta indisciplina. Esto de los blogs es algo a lo que hay que acostumbrarse. Voy a ver si puedo retomar el curso y comienzo a escribir más a menudo. De momento, les dejo esta historia que escribí para El País, donde no salió completa. Aquí tiene la versión original:

República Dominicana es uno de esos países tropicales en los que si uno quiere marcha la puede tener los siete días de la semana y a todas horas. ¿O habrá que decir “era”? Los que disfrutan de las noches de jolgorio bañadas en niveles etílicos de diferente grado, según los gustos y capacidades físicas, seguro que se suman al tiempo pasado. El verano de Santo Domingo, Santiago, Puerto Plata, La Romana… en fin, de las principales ciudades del país, se ha visto alterado por la emisión de una norma gubernamental que limita el horario de venta de alcohol. El decreto 308-06, del 24 de julio pasado, prohíbe vender bebidas alcohólicas a partir de las 12 de la noche entre domingo y jueves, y a partir de las 2 de la madrugada, los viernes y sábados. Al que no haga caso, le pueden cerrar, temporal o definitivamente, el establecimiento, cancelarle el permiso para operar e, incluso, aplicarle otras sanciones dispuestas por las leyes y reglamentos dominicanos.

¿Por qué un cambio tan radical en un país en el que la madrugada podía ser regada con alcohol sin límites de ninguna clase? Como dicen los miembros del sector hostelero, una tierra “de gran tradición de vida nocturna”. Hay un poco de todo. Pero el motivo principal es la voluntad de las autoridades de reducir los niveles de violencia en los que se ha sumido el país caribeño desde hace aproximadamente tres años. "Actuamos contra aquello que tiende a propiciar la violencia, como lo es el exceso en el consumo de bebidas alcohólicas”. Las palabras de Bernardo Santana Páez, jefe de la Policía Nacional, no dejan lugar a dudas.

Ciertamente, las facilidades para embriagarse en la República Dominicana llegaban –quizá llegan aún- hasta el punto de poder comprar una bebida espirituosa sin bajarse del coche y consumirla al volante –sí, sí, tal cual lo usted lo lee- como si de un refresco, un zumo o una botellita de agua se hubiera tratado. Aquello de, “Si bebes, no conduzcas” se convertía en un sinsentido en esta tierra bendita del Caribe –dicen por aquí que no ocurren más desgracias de las habituales porque Dios no quiere. De ahí a que el incremento de la delincuencia esté directamente relacionado con el consumo de alcohol… Las propias autoridades han reconocido que es el incremento de consumo de droga una de las principales responsables.

El decreto 308-06 ha provocado sensaciones para todos los gustos. Sobre todo dos: frustración y alivio, depende de lo que a uno le guste o no la jarana. Los más tranquilos, aquellos que defienden la tesis de que la juerga no depende del alcohol, están felices porque piensan que por fin habrá paz y tranquilidad para dormir. En cambio, quien estaba acostumbrado a tener “barra libre” hasta que el cuerpo aguantara ha tomado la medida con desgana. Una de dos: empiezan la fiesta antes o cuando se corta el suministro de bebidas espirituosas siguen el bonche con lo previamente comprado. Porque el decreto no dice nada de “prohibido beber alcohol después de las…” o que “hay que cerrar a las…”, aunque las fuerzas de seguridad lo interpretan como les conviene y ordenan bajar la persiana de los locales con amenazas de diversa índole. Luis Brocker, presidente de la Asociación de Restaurantes de la Ciudad Colonial de Santo Domingo, se quejaba el martes públicamente. “Es un error lo que están cometiendo esas patrullas, porque se presentan con una actitud hostil y hasta sacan del lugar a los turistas, los invitan a salir, como si el país viviera una dictadura militar. Eso ahuyenta a los visitantes”.

La frustración del empresario hostelero confirma el sentir que desde días después de la emisión del decreto se percibía entre sus colegas. El presidente saliente de la Asociación Nacional de Hoteles y Restaurantes (Asonahores), Enrique De Marchena, afirmaba a principios de agosto que el sector no puede aguantar una medida de tales características más de tres meses si quiere ser competitivo. El ministro de Turismo, Félix Jiménez no compartía totalmente esa tesis. Sin embargo, el martes se destapó con la idea de que convendría flexibilizar las medidas en algunas zonas. “Yo creo que ya la ciudadanía ha ofrecido suficiente respaldo en más de un 93 por ciento a estas medidas y yo abogo por el mantenimiento, haciendo las excepciones que decía de Cabarete (unos 240 kilómetros al nordeste de la capital), la ciudad antigua de Santo Domingo y así gradualmente” en función de los resultados obtenidos en dichas áreas.

En una carta pública remitida al Presidente de la República, Leonel Fernández, los hosteleros propusieron algunos cambios, como el de que se amplíe en dos horas el horario de venta: hasta las 2:00 de la madrugada de domingo a jueves y hasta las 4:00 los viernes y sábados. Si no hay modificaciones, dicen que tendrían que despedir a unos 100,000 trabajadores de los 200,000 que emplean.

Como aliados para su causa tienen a los artistas. Si no hay bonche no los contratan y su nivel de ganancias peligra. El merenguero Sergio Vargas, diputado desde el pasado 16 de agosto, parece ser uno de los llamados a tratar de convencer al mandatario de que el pan suyo de cada día depende de que haya fiesta nocturna. Mientras tanto, “ley seca con sabor a toque de queda”.

19.7.06

Debutante en el Mundial de fútbol

Cuando era niño, uno de mis principales anhelos era jugar en la Real Sociedad, el equipo de fútbol que representa a mi ciudad, Donostia (San Sebastián) y a mi provincia, Gipuzkoa. Creo que ese sigue siendo uno de las grandes sueños de los niños donostiarras porque la Real está muy dentro de la población. Jugué fútbol, mal o bien, hasta los 18 años casi ininterrumpidamente. Lo digo porque durante un par de años probé con el atletismo. Pero el balón me llamó de nuevo y hasta que mi tobillo izquierdo ya no dio más de sí, lo tuve entre los pies lo más que pude.

No llegué a la Real, pero soy socio y accionista del club de mis amores y cada vez que voy a casa aprovecho para ir al estadio a animar a los jugadores. Disfruto todo lo que puedo, pero también me frustro cuando no me deleitan con el juego que espero de ellos. Sufro como un aficionado más. Aunque quizá con una diferencia: como periodista comencé en el mundo del deporte y tengo facilidad para distanciarme de los sentimientos y analizar la situación sobre el terreno y fuera de él con más frialdad que quien llega cada domingo a la grada a sentirse uno más del club.

Cuando me hice periodista lo único a lo que aspiraba era a ser el narrador de los partidos de la Real. Pude cumplir mi aspiración en 1992, a un año de graduarme, cuando en verano hice mi pasantía en Radio Euskadi en la sección de deportes y tuve la ocasión de asistir a los entrenamientos, hacer apuntes desde el terreno de juego los días de partido, entrevistar a jugadores, entrenadores y directivos… Un sueño hecho realidad.

La vida me trajo a Santo Domingo tres años después de esa experiencia y de otras que llegaron en 1993 y 1994. Un lapsus en mi periplo dominicano, en 1996, volvió a ponerme en la labor de narrador deportivo. Pero desde ese entonces no había tenido la oportunidad de hacerlo. Hasta el pasado 9 de junio.

En los medios que he trabajado en República Dominicana he tenido especial mimo con las secciones de deportes. Eso, a pesar de ser mi país de adopción un lugar en el que el béisbol domina el espectro informativo. Pero cada cuatro años, cuando llega el Mundial, algo pasa que todo el mundo se vuelve aficionado el fútbol.

Este año, Cadena de Noticias y Virus, dos canales de televisión nacionales, hicieron un esfuerzo para llevar a los dominicanos los 64 partidos mundialistas y contaron comigo para ser parte del equipo de narradores-comentaristas. Me he dedicado, durante 17 encuentros en los que he participado, a hacer comentarios de tipo táctico, estratégico… He tratado de explicar a los televidentes algunas situaciones de los partidos basándome en la posición de los jugadores, en las incidencias del juego y en las circunstancias que suelen influir en competiciones como éstas.

He compartido acción con Jorge Rolando Bauger, Jorge Allen Bauger y Félix Disla principalmente, los tres príncipes del fútbol televisado en la República Dominicana. No he coincidido en ningún partido con el resto de compañeros: Daniel Santana, Leo Reyes y Lalo Rodríguez. Pero junto con todos ellos he tenido la experiencia de volver a hacer lo que me inspiró para hacer periodismo: narrar juegos de fútbol.

La experiencia ha sido preciosa. Y no crean que es tan sencillo esto de llevar a la gente la información futbolística. Estar preparado requiere de varias horas de investigación sobre los jugadores y cuerpos técnicos, leer las noticias sobre lo que acontece dentro y fuera de las selecciones, aprenderse las caras y números de los jugadores, saber sobre las ciudades y estadios donde tienen lugar los encuentros, conocer detalles de economía, sociedad y política de los países participantes… Un esfuerzo fuera de cámara que quizá muchos no atienden a conocer.

Pero tantas horas de trabajo son recompensadas cuando se sabe que la gente aprecia lo que le están contando. Me han parado en bares, supermercados, centros comerciales para hacerme comentarios, para felicitarme, para preguntarme cosas sobre el juego, sobre los jugadores… Y eso es algo que a uno le hace sentir muy bien porque ve que el trabajo que hace está aportando algo positivo.

Me he reencontrado con el fútbol y creo que no va a ser algo pasajero. Hay planes de seguir a lo largo del año, de volver con competiciones internacionales. Y si es para seguir divirtiéndome, porque para mi el periodismo deportivo es una diversión, trataré de divertirme. Tengo otras obligaciones, pero creo que buscaré la manera de seguir ligado a algo que forma parte de mi esencia como persona y como profesional: el fútbol.

29.5.06

La cuenta de la luz

El que piense que vivir en el Caribe implica sol, playa y mar, supongo que lo empezará a dudar cuando vea lo que tardo en actualizar esa bitácora. Y si al trabajo que uno hace le suma los inconvenientes de las debilidades institucionales y la falta de defensa efectiva de los derechos ciudadanos, pues la cosa se complica todavía más. Pero bueno...

Hoy quiero contar algo que ocurre con el sistema energético del país, de por sí bastante ineficiente. Sería complicado contar lo que provoca que no exista garantía de 24 horas de luz al día, ni siquiera porque uno la pague. Pero creo que una anécdota personal sobre el asunto puede ilustrar sobre algunos aspectos que se viven alrededor de la electricidad.

Todos los meses soy uno de los que forman parte del aproximadamente 60% de los residentes en este país que pagamos la electricidad que nos brindan las empresas distribuidoras: Edenorte, Edesur y EdeEste. La que se encarga de darme luz y cobrármela es la que mencioné en segundo lugar.

Esas tres empresas fueron el resultado de un proceso de capitalización que implicaba entrar en un sistema mixto de propiedad en el que el Estado se quedaba con el 50% de las acciones y una compañía privada con el otro 50%. Lo que comenzó en el año 1999 para las tres empresas se transformó en una vuelta al anterior sistema de propiedad estatal en el caso de Edenorte y Edesur cuando el gobierno de Hipólito Mejía compró las acciones que tenía la española Unión Fenosa en ambas empresas. Todavía no está muy claro lo que ocurrió en ese caso, pero bueno, no es éste el objeto de la historia de hoy.

Decía que pago "religiosamente" la luz que consumo cada mes. O quizá sea mejor decir la que alguien en unas oficinas dice que consumo. Llevo observando desde hace un tiempo el monto de la factura que me llegan mensualmente y apenas varía el consumo, independientemente de que esté o no en casa. Es más, hay meses en los que el consumo es el mismo. Cosa extraña.

El pasado año me quejé en el momento de pagar una de las facturas porque yo había estado fuera del país en varias ocasiones, a veces hasta durante un mes, y la factura llegaba igual, o incluso más cara. Ante mis comentarios y el hecho de que puedo probar que la casa queda vacía cuando no estoy en el país, la persona que me atendió me comentó que seguramente no estaban leyendo el contador, sino que me estaban sacando el promedio.

El contador, por si alguien piensa que lo tengo escondido, es fácimente legible porque está en la calle. Así que le dije a la señorita en cuestión que no entendía para qué me habían puesto un contador, primero, y que lo que hacían no era un promedio, sino un robo.

El colmo de los colmos se produce en este mes de mayo que está a punto de acabarse. Para mi sorpresa, la factura que me llegó tenía un saldo a mi favor de algo más de 6,000 pesos, que equivaldrían a unos 190 dólares, unos 150 euros. Tomando en cuenta que mis promedios suelen rondar los 700 pesos al mes, eso implicaría no pagar la luz durante varios meses.

Pero no, nada de eso. Un día llegó a mi cuenta de correo-e una advertencia de aproximación del vencimiento del pago de la factura. Sorprendido, llamé a Edesur para preguntar, y me explicaron que habían cometido un error. "Señorita, la factura que ustedes me han enviado no dice eso, y es la que tengo. No me han enviado otra, así que por favor, mientras no me envíen la nueva, en lo que trato de que alguien me explique por qué se han equivocado, no creo que deba pagar la luz".

Cinco días más tarde, volví a llamar para ver qué pasaba con el tema. Me dieron la misma explicación y que tenía que pagar, que ya habían pasado cinco días desde la fecha de vencimiento de pago y que habían empezado a sumar los intereses por atraso.
La bronca que le monté a quien me atendió fue sonora. "Acuda usted a las oficinas y presente su caso". Pero mientras, tanto, no quise arriesgarme a que me cortaran la luz y pagué lo que me dijeron.

La verdad es que uno se siente impotente ante tanto abuso. Sobre todo cuando uno sabe que hay ricos que pueden pagar la luz y se la roban, cuando hay empresarios, políticos y militares que piensan que tienen derecho a recibir electricidad gratis. Y somos los tontos de turno los que pagamos la luz a una tarifa altísima (creo que la más alta de América Latina, y prometo averiguarlo) y más consumo del que realmente hacemos.

Voy a ver si encuentro algo de tiempo en mi ocupada agenda para, con mucha paciencia, acudir a Edesur a plantear el caso. Y luego iré al Protecom, una oficina donde se supone que protegen al consumidor. Pero eso habrá que verlo. Hasta que esto se aclare, y a pesar de que sin mi presencia han cambiado el contador (supongo que para que corra más rápido), esperaré la factura promediada, porque al paso que vamos no creo que las cosas vayan a cambiar. Y como uno no tiene dinero para ser energéticamente independiente, habrá que tragar.

2.5.06

Sting en Chavón

Tras un mes de silencio, por exceso de trabajo, aquí tienen algo que escribí para un medio extranjero sobre el concierto que Sting dio el pasado miércoles 26 de abril en Altos de Chavón. Espero que lo disfruten.

El anfiteatro romano de Altos de Chavón, en la República Dominicana, sirvió de mágico escenario para la “primera vez” de Sting en el país caribeño. Un lugar de ensueño en el medio del trópico para el fin de su virginidad musical en tierras dominicanas ante más de 5.000 fans y con un repertorio en el que destacaron los éxitos de su etapa con The Police. Durante una hora y treinta y tres minutos, sin apenas tiempo para respirar entre tema y tema, el músico británico y sus tres compañeros de escena demostraron que no hay que complicarse la vida para hacer vibrar a gente ansiosa de buen pop-rock. Y si al menú habitual se le añade un postre aderezado de Juan Luis Guerra a la guitarra para interpretar Fragile, hasta el caballero británico queda encandilado, se emociona y, abrazado al músico dominicano, anuncia que volverá.

Sting arrancó con un mensaje de auxilio metido en una botella en su debut en tierras dominicanas. Informal y elegante, con pantalón ancho negro y camiseta gris, acompañado de Dominic Millar y Lyle Workman en las guitarras, y de Josh Freese en la batería, presentó su Broken Music Tour en el incomparable marco del anfiteatro romano de Altos de Chavón, un pueblito de estilo mediterráneo, ubicado a unos 150 kilómetros al Este de Santo Domingo, la capital dominicana, que un arquitecto norteamericano construyó en los 70 como regalo de cumpleaños para su hija.

Palmas, gritos, cámaras de móviles, saltos, más gritos… La sonrisa del inglés delante del micrófono denotaba complicidad para una noche en la que no hubo una nota de más ni un tema de menos. Sting levantó el pie del freno y pisó a fondo el acelerador. No tenía de qué preocuparse. Sus años de “policía” le daban licencia para mostrar su clase, su estilo y su buen hacer al bajo. En cuestión de décimas de segundo metió en su bolsillo musical a un público de todos los colores y de todas las edades.

If I Ever Lose My Faith In You, Walking on the Moon, Englishman in NY, Spirits In The Material World sonaron a todo volumen y sin una distorsión. Every Little Thing She Does is Magic fue la décima en llegar. Habían pasado 30 minutos sin apenas tener conciencia de ello. Hasta que llegó un lapsus de calma. Fields of Gold dejó claro que el romance de las baladas y los mecheros también ha sido vencido por le tecnología. En una dulce oscuridad, las luces de los móviles, cual luciérnagas en noche estrellada, acompañaron la melodía de un tema que la difunta Eva Cassidy osó versionear para superar al original.

El final del menú oficial se acercaba. Voices Inside My Head dejó lugar a la mítica Roxanne, que Sting y sus músicos adornaron de jazz y electricidad durante casi nueve minutos en los que los coros del público al más puro estilo futbolístico –“eeeeooooo, eeeeeoooo, eeeeooooo”- se dejaron sentir.

Y llegó el adiós ficticio, porque apenas 30 segundos después de retirarse tras bastidores, las verdaderas estrellas de la noche volvieron a brillar. Lo que comenzó con A Thousand Years –durante la que varias jovencitas del público acompañaron al caballero en la tarima- terminó con el mito de los mitos: Every Breath You Take. Volvieron los “oohhhhh” románticos y las luces de los móviles para acompañar una melodía que nadie quería que acabase. Pero acabó.

Cuando todo el mundo pedía, “otra, otra, otra…”, llegó el momento más sagrado de la velada. Sting saltó al escenario, dio las gracias a todos y presentó al percusionista dominicano Fellé Vega, quien había servido de telonero. Y no contento con eso, el músico británico invitó a pasar al escenario a Juan Luis Guerra. No se podía pedir más. Pelos de punta, piel en carne de gallina… Toda muestra de emoción fue poca para vivir un momento en el que el artista dominicano volvió a sus orígenes como guitarrista de rock. Fragile unió a Sting y a Juan Luis en una compenetración de cuerdas que hizo de Altos de Chavón, en ese momento, un paraíso sobre una tierra a la que Gordon Matthew Summoner prometió volver.

30.3.06

Me quedé corto con la luz roja

Algo muy breve para retomar el último tema. Creo que las estadísticas no científicas que aporté con base en mi experiencia del sábado 25 de marzo quedaron cortas.

Esta mañana, jueves 30 de marzo, en la misma avenida Luperón, se puso en rojo uno de los semáforos que quedan frente a una gasolinera. Frené, como es normal, pero por el carril más cercano a la acera, hicieron caso omiso de la luz colorada. ¿Resultado? En cuestión de 10 segundos 11 vehículos siguieron su camino como si el semáforo no existiera. Y a velocidades descomunales.

Claro, el colmo fue el del señor que paró a mi izquierda y, cuando vio que los otros se pasaban la luz roja por donde les cabía, optó por hacer lo mismo...

Paciencia ante la falta de educación, conciencia y respeto. Y, sobre todo, ante la falta de acción de las autoridades para frenar el libertinaje choferil.

27.3.06

¿Semáforo en rojo?

Perdonen que vuelva a la carga con el tema del tráfico. ¡Pero es que en las carreteras de este país se ven tantas situaciones que soprenden! Y no me dejo de asombrar, por más que se han convertido en realidades tan cotidianas como beber, comer, caminar...

El sábado pasado, a eso de las 4:45 de la tarde, enfilé la avenida Luperón de Santo Domingo para ir a casa de un amigo a ver un partido de fútbol que pasaban por un canal de cable. Tardé menos de diez minutos en llegar al punto de destino y pasé, en esa ruta y en ese tiempo, por nueve semáforos. Tuve que parar en cuatro de ellos que estaban en rojo. Pero no hicieron lo mismo otros 14 vehículos que iban por la misma ruta.

En algunos casos, la luz había cambiado de ambar a roja antes de que llegaran al cruce. En lugar de frenar, aceleraron, sin importarle al conductor el hecho de que otros vehículos hacían uso de la luz verde en la otra vía. En otras ocasiones, llegaban a cruce, miraban si venía algún vehículo y seguían el camino. En cuanto al tipo de vehículo, no había distinciones. Lo mismo eran jeeps de lujo que carros destartalados. Hasta un camión vio verde lo que era rojo.

Si tomamos en cuenta esa cifra y hacemos un engañoso promedio, obtendríamos datos escalofriantes. Cada minuto, 1.4 vehículos se estarían saltando la luz roja de los semáforos. Cada hora, 84 conductores estarían cometiendo tal infracción. Cada día, la policía debería multar por no respetar la señal a 2,016 infractores. Al año, serían 735,840 multas por tal motivo. ¡Y eso que era un sábado en la tarde, cuando la cantidad de vehículos en las calles de la capital dominicana es bastante más reducida que cualquier día de la semana! Puedo asegurar que alcanzaríamos una cifra millonaria.

Según datos tomados de un trabajo publicado por ElCaribeCDN.com el 11 de febrero pasado, la Autoridad Metropolitana de Transporte (Amet), una especie de policía de tráfico, el año pasado fueron multados por pasar el semáforo en rojo un total de 41,385 personas. Esto supondría sólo un 0.56% del promedio sacado tomando el ejemplo del pasado sábado.

El libertinaje es una práctica en el conducir diario en la República Dominicana. Y el irrespeto que miles, por no decir centenas de miles, de conductores tienen por la Ley 241-00 no sabe de clases sociales, de poderes económicos, de niveles educativos... Hace un par de años, en una entrevista con el que era director de Tránsito de la Amet, cuyo nombre no recuerdo en este instante, le pregunté si los mayores infractores eran los choferes de carro público o los potentados funcionarios públicos, militares o congresistas. Sin pensarlo ni dos segundos, afirmó que los potentados.

Cualquier cosa vale en un país en el que el valor de las multas por infracciones del tipo de pasar el semáforo en rojo oscila entre los 20 (60 centavos de dólar) y los 50 pesos (un dólar y medio).

21.3.06

El abuso de la guagua

Ocho y veinticinco minutos de la mañana. Hora tropical. El mar se deja encandilar por los rayos de un sol que, ya en primavera, entiende que tiene licencia para comenzar a calentar cada vez más. Tomo el Malecón de Santo Domingo para dirigirme a uno de los hoteles de la zona. Hoy toca seminario. Por lo menos, durante un par de horas.

Circulo en mi vehículo por el carril derecho. Con paciencia, calma y buena letra, me mantengo en fila. Dos carros adelante va una guagua, vehículo de transporte público perteneciente a un sindicato choferil. De la puerta, abierta, cuelga el cobrador. La guagua se para. No hay parada. Lo hace en el carril derecho de la carretera. Todo el mundo detenido hasta que los pasajeros bajen.

Retomamos el camino. La guagua cambia de carril. Táctica de adelantamiento con la que gana algo de tiempo y molesta a todo el mundo. Como si anduviera en un circuito de Fórmula Uno, en cuanto ve un pequeño hueco a su derecha, trata de volver a tomar el carril cercano a la acera. Un pasajero se puede encaprichar y pedirle al coger: “Aquí mimito, chofel”. Y el conductor, obediente y complaciente con el cliente, para en seco para satisfacer el deseo.

Vuelve a retomar el camino, y vuelve a cambiar de carril para volver a acelerar. Se encuentra con un parón en ambos carriles. Y… sin cortarse ni un pelo, cruza la doble línea amarilla que separa ambos sentidos y emprende su ruta en sentido contrario sin ningún tipo de pudor. Metros más adelante, se mete a la franca en el debido sentido, y se cruza hasta que, de nuevo, consigue alcanzar la acera a base de forcejeos y usando el brao del cobrador como luz intermitente. Y frena en seco. Y bajan de la guagua más pasajeros.

Así es como los mal llamados “padres de familia” de las guaguas se ganan la vida a diario. Jod… a otros padres de familia, a madres de familia, a solteros, a casados, a divorciados, a jóvenes, a viejos… que, ante la pasividad de las autoridades, se tienen que aguantar frente al abuso de conductores desaprensivos que se creen con el derecho exclusivo de uso del asfalto. Y que a nadie se le ocurra protestar, porque hacen piña y uno sale mal parado, aunque tenga la razón.

Para que se haga una idea de lo que es el negocio en el que se desempeñan estos intransigentes y abusadores del volante, creo que le será muy útil leer un trabajo que el periodista Panky Corcino publicó en su medio, Clave Digital, el 16 de octubre del año 2005. A mi juicio, le major radiografía que se haya hecho hasta ahora del sistema de transporte público sobre ruedas en la República Dominicana. Que lo disfruten. Y, por favor, no se asusten.

19.3.06

Número cero

Desde este rincón digital quiero contar historias. Cada día vivo una situación sobre la que reflexiono, tengo experiencias que me llaman la atención, contemplo injusticias de las que a veces hablo, hago comentarios que quedan en la memoria... Partiré de esas vivencias para tratar de aportar datos sobre la realidad de los temas que trate en este espacio, para de vez en cuando hacer propuestas de mejora, para denunciar hechos que requieren de justicia... Vivo en el trópico por decisión propia, con sus virtudes y sus defectos, pero siempre con la convicción de que todos los días se puede hacer algo para que tengamos mejor calidad de vida y mayor equidad para vivirla. Inicio esta bitácora con la mayor de las ilusiones y sabedor de que me exigirá de altas dosis de disciplina. Pero, sobre todo, con el convencimiento de que todos tenemos que aportar nuestro granito de arena para tener una sociedad y un hábitat mejores. Gracias por su atención y espero serles de utilidad.