17.1.10

Fin de semana para la solidaridad con Haití


Hasta para las tragedias existe el fin de semana. En este caso, para acciones y muestras de solidaridad, no para descansar. Jimaní, a 280 kilómetros al suroeste de Santo Domingo, fue ayer el principal punto de trasiego de solidarios y mercancías de ayuda hacia la derruida Puerto Príncipe. En el punto de Malpaso, el general Gil, del Cuerpo Fronterizo dominicano, daba instrucciones para ordenar, en la medida de lo posible, el cruce a través de la verja. “Hoy está siendo más complicado. Estamos recibiendo más vehículos”. Tanto que salen como que llegan. De los que se van, muchos son camiones con plantas de generación eléctrica, baños portátiles, agua, combustible. Otros, todoterrenos en su mayoría, cargados con todo lo que han podido meter y voluntarios que insisten en llegar al desastre para ayudar en lo que puedan, sin importar que ya el olor a muerte y el riesgo de epidemias dominan el ambiente de la destrozada capital haitiana.

Los dominicanos llegaban de todas partes del país con comida en lata, agua, leche empaquetada, medicinas… Todo lo que otros vecinos de sus localidades o miembros de organizaciones de diferentes tipos han aportado para ayudar a sus “hermanos haitianos”. Se unen a los cientos de médicos, de enfermeras, de voluntarios de la Defensa Civil, de militares y de gentes corrientes que han puesto su grano de arena desde el mismo martes 12, cuando tembló la tierra también bajo sus pies. Los hay que quieren cruzar y llevar las ayudas personalmente. “Pudimos hablar con unos hermanos allí –explicaba un religioso- y nos esperan”. Otros prefieren entregar sus aportes a quienes coordinan el operativo desde la fortaleza militar de Jimaní. Algunas naves y locales vacíos han sido habilitados como centros de acopio para dar cabida a tanta muestra de solidaridad.

Bajo un sol de justicia, en el alborotado lugar, tres monjas están pendientes de unas compañeras que llegaban a buscarlas. Son Hermanas de la Caridad y permanecen cerca del paso pendientes del contacto del otro lado. “Nuestro edificio allí se cayó, pero el de los padres del frente está habilitado y vamos a ayudar”, dicen antes de que avisten una camioneta conducida por otra hermana. Lo que esperaban para ir al corazón de la tragedia a llevar apoyo y paz espiritual.

El polvo causado por las ruedas de los vehículos genera una especie de neblina incómoda que apenas cesa. Los militares que custodian la verja llevan un protector para cubrirse nariz y boca. “Les tratamos de parar, pero como saben que tenemos cierta flexibilidad humanitaria, algunos abusan”, dice uno de ellos tras fracasar en su intento de frenar a dos haitianos que han cruzado de modo ilegal en una moto. “Pero lo tenemos todo controlado porque los que llegan aquí han pasado antes un control del otro lado”, afirma para su tranquilidad. Un oficial de la Inteligencia del Ejército lo corrobora. Recuerda cómo él y otros agentes lograron detener a un iraní y un colombiano que se habían fugado de la cárcel de Puerto Príncipe. “Si no hubiera el riesgo de que otros les sigan los pasos, seríamos un poco más flexibles”.

Los que continúan llegando sin problema, aunque en menor medida, son los heridos. El Hospital General Melenciano lucía un poco más descongestionado de pacientes, aunque con mucho más personal de atención médica. Incluso estudiantes de medicina haitianos, que además de dar apoyo, servían de traductores para sus sufridos compatriotas. “Llegué anoche (de Santo Domingo, donde estudia) y es una situación muy difícil”, dice Marseille Peterson, quien de todas formas piensa en cruzar la frontera para encontrarse con familiares que sabe vivos. “Otros no aparecen y eso me tiene preocupado”.

Una enfermera le pide apoyo. “Necesito que les digas a los que están en esta sala que los vamos a trasladar a otro lugar para poner aquí a los que estamos operando”. Sacan a un joven que tiene un hoyo en plena frente. Dantesco. Inmediatamente después, arrastran sobre un colchón a una señora cuya pierna derecha, cubierta por una sábana, se intuye incompleta. El olor a descomposición es fuerte. Va a cirugía.

La habilitación de albergues para aquellos heridos que tras las primeras atenciones sólo requieren de seguimiento ambulatorio le permite al director del centro, doctor Mateo, cierta tranquilidad. “Los referimientos también han ido agilizándose”, explica, aunque todavía hay gente sobre colchones en los pasillos en los que la noche anterior una mujer leía salmos en alto, biblia en mano, mientras los heridos cantaban alabanzas. Estremecedor y emotivo hasta poner los pelos de punta.

A escasos 100 metros del Hospital, la Primera Dama de la República Dominicana, Margarita Cedeño, mujer de sensibilidad, está reunida con los ministros de las Fuerzas Armadas, el de Salud y el de Trabajo, entre otros. Conversan sobre cómo van los operativos antes de hacer un recorrido por el lugar. Está acompañada de un funcionario de la FAO, de la que es embajadora extraordinaria. “He venido para dar apoyo moral y ver cómo podemos agilizar la distribución de alimentos en Haití, que parece ser un serio problema”. También tiene palabras de solidaridad para el pueblo vecino que sufre la tragedia del terremoto. Se le corta la voz. Finalmente solloza. “Queremos ver qué más podemos hacer en atención de salud”, dice con lágrimas en los ojos.

Hasta ahora República Dominicana ha sido de las naciones que más ha hecho por su vecino fronterizo. No ha dejado de brindar asistencia sanitaria a todo el que la ha requerido, en Puerto Príncipe y, sobre todo, en unos hospitales que ya muestran síntomas de saturación. Por eso, como dice el ministro de Salud, Bautista Rojas, están tratando de gestionar la habilitación urgente de hospitales de campaña en los alrededores de Puerto Príncipe.

19.8.09

Olimpiadas de ciberperiodismo para jóvenes estudiantes


A través de mi twitter (@IbanCampo) comuniqué hace unos días el inicio de la tercera edición de las Olimpiadas de Ciberperiodismo para Jóvenes Estudiantes de la República Dominicana. Ahora que estamos en el ecuador de la competición de aprendizaje y puesta en práctica, cuento qué es esto.

Hace tres años, mi amigo Santiago Tejedor, doctor en Ciberperiodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), me envió un correo para contarme una idea. Se trataba de organizar una competición entre estudiantes de periodismo con la idea de, a partir de la transmisión de conocimientos básicos sobre ciberperiodismo, construyeran una propuesta periodística en internet a partir de plataformas gratuitas tipo blog.

A partir de ahí, FUNGLODE, la fundación en la que trabajo como Director de Comunicación, se sumó a la idea, contactamos con las tres principales escuelas de Comunicación de República Dominicana, obtuvimos el apoyo del Despacho de la Primera Dama y del Instituto Tecnológico de las Américas (ITLA) y, en el mes de agosto de 2007, arrancó la primera edición.

En poco más de 15 días, estudiantes casi novatos en la carrera, se encerraron en un aula, prestaron atención a lo que Santi y yo les contábamos, generaron sus ideas de cibermedio, aprendieron a usar herramientas disponibles en la red para hacer periodismo y presentaron a un jurado formado por profesionales del periodismo sus proyectos vía un enlace de internet.

A trancas y barrancas, hemos llegado al tercer año. En esta ocasión, 24 alumnos han asumido el reto y ya trabajan en sus proyectos. Tienen hasta el próximo 24 de agosto para entregar una pequeña memoria de su proyecto y el enlace para poder visualizarlo.

El 26 de agosto, en el auditorio de FUNGLODE, quienes asistan a la clausura, abierta al público, podrán contemplar lo que estos estudiantes han logrado en el tiempo récord de 15 días. Luego sabremos cuáles se llevan las medallas de oro, plata y bronce. Habrá alegrías y decepciones. Pero todos habrán tenido una experiencia que, por ediciones anteriores, les marca para su futuro.

Y hay grupos que han seguido con sus proyectos una vez finalizadas las Olimpiadas. Y así han creado su propio puesto de trabajo.

17.8.09

Ana nos acecha

Llegó mediados de agosto. Llegó el inicio de la mayor actividad de la temporada ciclónica. Hasta ahora estábamos libres de peligro. Desde anoche, el rabillo del ojo mira al cielo. Depresión tropical a la vista. Ana, ése es su nombre, nos quiere inundar. Trae mucha agua. Menos viento.

Se han activado las alerta. Me inquieta lo que pueda pasar en zonas ya saturadas por aguas caídas durante dos años y que no terminan de filtrarse hacia el subsuelo. Los terrenos están saturados. Y la gente se resiste a abandonar lo poco que tiene para buscar otro lugar en el que reemprender su vida sin peligro.

Esta noche dormiremos como las gallinas, por si hay que levantarse a sobre proteger el hogar, en el que ya hemos tomado algunas precauciones. Pero nunca se sabe. El clima, como la naturaleza, es imprevisible. Sólo queda esperar que Ana se apiade de nosotros y no se cebe con República Dominicana.

4.7.09

Frustante Plaza Lama

A la nevera de casa se le concentra agua en la parte inferior, justo debajo de los cajones de frutas y verduras. No tiene aún un año y es fruto de un cambio por otra, de la misma marca, que llegó defectuosa. La adquirimos en Plaza Lama, por aquello de que era una buena oferta. Pero la experiencia me está confirmando que mejor me olvido de la que llaman la Supertienda.

Llevo una semana detrás de ellos para ver si vienen a ver qué le pasa. El primer contacto telefónico logrado resultó en fracaso. "Necesitamos el número de la factura". Le dije que no lo tenía encima. "Pues entonces venga a nuetra tienda y buscamos la referencia". No la podían buscar en línea, sino que yo debía encontrar el tiempo para poder acudir allí y hacer el reporte para que me enviaran al técnico a reparar la avería.

Encontré la factura en casa hace cosa de seis días. Desde entonces, ha sido imposible comunicarme con las personas que deben tomar el reporte. Llamo a la central, 809 533 4848,y te dan instrucciones para marca una extensión o el 0 para contactar con la recepcionista. "La extensión que ha marcado no existe", pero ellos la ofrecen con alternativa. Y la recepcionista nunca está disponible, "saliendo del sistema". Y acaban la llamada. Es frustrante. Ni siquiera toman el auricular en Servicios al Cliente.

Reviso su página web, pero lo único que me ofrecen son productos. No hay dónde encontrar una sección con números de contacto o con indicaciones de cómo proceder si hay un problema. Pruebo llamando al 809 274 5262, que aparece en grande en la zona superior, y pienso que ahora sí. "Para hablar con un representante, pulse 0". Se cierra la llamada inmediatamente lo hago.

Me doy por vencido por hoy. Sacaré el agua de debajo de los cajones plásticos una vez más y tendrá que ser el lunes cuando vuelva a intentarlo. ¡Qué les digo!