2.5.06

Sting en Chavón

Tras un mes de silencio, por exceso de trabajo, aquí tienen algo que escribí para un medio extranjero sobre el concierto que Sting dio el pasado miércoles 26 de abril en Altos de Chavón. Espero que lo disfruten.

El anfiteatro romano de Altos de Chavón, en la República Dominicana, sirvió de mágico escenario para la “primera vez” de Sting en el país caribeño. Un lugar de ensueño en el medio del trópico para el fin de su virginidad musical en tierras dominicanas ante más de 5.000 fans y con un repertorio en el que destacaron los éxitos de su etapa con The Police. Durante una hora y treinta y tres minutos, sin apenas tiempo para respirar entre tema y tema, el músico británico y sus tres compañeros de escena demostraron que no hay que complicarse la vida para hacer vibrar a gente ansiosa de buen pop-rock. Y si al menú habitual se le añade un postre aderezado de Juan Luis Guerra a la guitarra para interpretar Fragile, hasta el caballero británico queda encandilado, se emociona y, abrazado al músico dominicano, anuncia que volverá.

Sting arrancó con un mensaje de auxilio metido en una botella en su debut en tierras dominicanas. Informal y elegante, con pantalón ancho negro y camiseta gris, acompañado de Dominic Millar y Lyle Workman en las guitarras, y de Josh Freese en la batería, presentó su Broken Music Tour en el incomparable marco del anfiteatro romano de Altos de Chavón, un pueblito de estilo mediterráneo, ubicado a unos 150 kilómetros al Este de Santo Domingo, la capital dominicana, que un arquitecto norteamericano construyó en los 70 como regalo de cumpleaños para su hija.

Palmas, gritos, cámaras de móviles, saltos, más gritos… La sonrisa del inglés delante del micrófono denotaba complicidad para una noche en la que no hubo una nota de más ni un tema de menos. Sting levantó el pie del freno y pisó a fondo el acelerador. No tenía de qué preocuparse. Sus años de “policía” le daban licencia para mostrar su clase, su estilo y su buen hacer al bajo. En cuestión de décimas de segundo metió en su bolsillo musical a un público de todos los colores y de todas las edades.

If I Ever Lose My Faith In You, Walking on the Moon, Englishman in NY, Spirits In The Material World sonaron a todo volumen y sin una distorsión. Every Little Thing She Does is Magic fue la décima en llegar. Habían pasado 30 minutos sin apenas tener conciencia de ello. Hasta que llegó un lapsus de calma. Fields of Gold dejó claro que el romance de las baladas y los mecheros también ha sido vencido por le tecnología. En una dulce oscuridad, las luces de los móviles, cual luciérnagas en noche estrellada, acompañaron la melodía de un tema que la difunta Eva Cassidy osó versionear para superar al original.

El final del menú oficial se acercaba. Voices Inside My Head dejó lugar a la mítica Roxanne, que Sting y sus músicos adornaron de jazz y electricidad durante casi nueve minutos en los que los coros del público al más puro estilo futbolístico –“eeeeooooo, eeeeeoooo, eeeeooooo”- se dejaron sentir.

Y llegó el adiós ficticio, porque apenas 30 segundos después de retirarse tras bastidores, las verdaderas estrellas de la noche volvieron a brillar. Lo que comenzó con A Thousand Years –durante la que varias jovencitas del público acompañaron al caballero en la tarima- terminó con el mito de los mitos: Every Breath You Take. Volvieron los “oohhhhh” románticos y las luces de los móviles para acompañar una melodía que nadie quería que acabase. Pero acabó.

Cuando todo el mundo pedía, “otra, otra, otra…”, llegó el momento más sagrado de la velada. Sting saltó al escenario, dio las gracias a todos y presentó al percusionista dominicano Fellé Vega, quien había servido de telonero. Y no contento con eso, el músico británico invitó a pasar al escenario a Juan Luis Guerra. No se podía pedir más. Pelos de punta, piel en carne de gallina… Toda muestra de emoción fue poca para vivir un momento en el que el artista dominicano volvió a sus orígenes como guitarrista de rock. Fragile unió a Sting y a Juan Luis en una compenetración de cuerdas que hizo de Altos de Chavón, en ese momento, un paraíso sobre una tierra a la que Gordon Matthew Summoner prometió volver.

1 comentario:

Alexia Alvarez dijo...

Aunque no pude acompañarte en persona, sabes que mi espiritu canto contigo y con Sting. Esperemos que nos vuelva a visitar o que tengas tu la oportunidad de verle en cualquier otra parte del mundo. Soñar no cuesta nada, y aunque me cueste, no soy tacaña asi que espero tambien que te puedas tomar un dia de estos un cafe con él.
Cariños.