Ocho y veinticinco minutos de la mañana. Hora tropical. El mar se deja encandilar por los rayos de un sol que, ya en primavera, entiende que tiene licencia para comenzar a calentar cada vez más. Tomo el Malecón de Santo Domingo para dirigirme a uno de los hoteles de la zona. Hoy toca seminario. Por lo menos, durante un par de horas.
Circulo en mi vehículo por el carril derecho. Con paciencia, calma y buena letra, me mantengo en fila. Dos carros adelante va una guagua, vehículo de transporte público perteneciente a un sindicato choferil. De la puerta, abierta, cuelga el cobrador. La guagua se para. No hay parada. Lo hace en el carril derecho de la carretera. Todo el mundo detenido hasta que los pasajeros bajen.
Retomamos el camino. La guagua cambia de carril. Táctica de adelantamiento con la que gana algo de tiempo y molesta a todo el mundo. Como si anduviera en un circuito de Fórmula Uno, en cuanto ve un pequeño hueco a su derecha, trata de volver a tomar el carril cercano a la acera. Un pasajero se puede encaprichar y pedirle al coger: “Aquí mimito, chofel”. Y el conductor, obediente y complaciente con el cliente, para en seco para satisfacer el deseo.
Vuelve a retomar el camino, y vuelve a cambiar de carril para volver a acelerar. Se encuentra con un parón en ambos carriles. Y… sin cortarse ni un pelo, cruza la doble línea amarilla que separa ambos sentidos y emprende su ruta en sentido contrario sin ningún tipo de pudor. Metros más adelante, se mete a la franca en el debido sentido, y se cruza hasta que, de nuevo, consigue alcanzar la acera a base de forcejeos y usando el brao del cobrador como luz intermitente. Y frena en seco. Y bajan de la guagua más pasajeros.
Así es como los mal llamados “padres de familia” de las guaguas se ganan la vida a diario. Jod… a otros padres de familia, a madres de familia, a solteros, a casados, a divorciados, a jóvenes, a viejos… que, ante la pasividad de las autoridades, se tienen que aguantar frente al abuso de conductores desaprensivos que se creen con el derecho exclusivo de uso del asfalto. Y que a nadie se le ocurra protestar, porque hacen piña y uno sale mal parado, aunque tenga la razón.
Para que se haga una idea de lo que es el negocio en el que se desempeñan estos intransigentes y abusadores del volante, creo que le será muy útil leer un trabajo que el periodista Panky Corcino publicó en su medio, Clave Digital, el 16 de octubre del año 2005. A mi juicio, le major radiografía que se haya hecho hasta ahora del sistema de transporte público sobre ruedas en la República Dominicana. Que lo disfruten. Y, por favor, no se asusten.
21.3.06
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