El viernes 24 de abril, por la tarde, después de un almuerzo de trabajo con el gurú del mercadeo y las relaciones públicas 2.0 David Meerman Scott, tomé mi ruta a casa para cambiarme y acercarme a la Sala de la Cultura del Teatro Nacional. Debía asistir a la celebración del quinto aniversario de la revista Global, de la fundación en la que trabajo.
Mi cartera estaba vacía, así que decidí parar en un cajero del Banco Popular que queda cerca de casa. Metí la tarjeta en la ranura, me la devolvió y comencé la operación. ¡Sorpresa! Me pide que contacte con el banco. Pruebo de nuevo, por si había algún error técnico. Nada, no funciona. Llamé al banco, servicio al cliente.
"Su tarjeta ha sido cancelada y debe pasar por una sucursal para que le entreguen otra". Pedí una explicación, pues la que tenía en mis manos caducaba dentro de cinco años. "Para evitar fraudes hemos procedido a cancelar tarjetas". ¿Por qué no me lo habían avisado? ¿Y si hubiera tenido una emergencia y para eso necesitaba el dinero?
Alterado por la incompetencia comunicativa del banco, le pedí explicaciones a alguien que, por otra parte, no podía hacer gran cosa más que escucharme y repetirme, tras pedir excusas, que debía pasar a buscar otra y activarla. ¿No se dan cuenta del mal que provoca un problema de comunicación? Me causaron mal humor, tuve que gastar dinero en una llamada, desplazarme en mi vehículo a buscar la tarjeta, consumiendo gasolina y desgastando piezas, perdí el tiempo que tenía destinado para otros asuntos personales.
En suma, una mala comunicación del banco con el cliente -no sé a cuántos les habrá pasado lo mismo- generó mi descontento y mi desconfianza hacia una entidad que, además, no podía activarme la nueva tarjeta hasta pasadas 48 horas laborales. Todo esto lo pudieron evitar si me hubieran mandado un SMS, hecho una llamada, enviado un e-mail o incluso una carta informándome de su problema y pidiéndome que pasara a buscar un nuevo plástico por la sucursal de mi conveniencia.
26.4.09
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
aaaay Ibán... era el cajero del Popular del Super Nacional de la Gómez? Un cajero profesional en merendarse tarjetas... jodiendo al personal desde 1999... son lo peor...
No, pero casi.
Publicar un comentario