El martes en la noche recibí un SMS de Onysela, mi esposa, también periodista, en el que me informaba del ingreso de una muchacha mexicana en la Clínica Corazones Unidos de Santo Domingo con síntomas de gripe. Saltaron las alarmas. Y no era para menos.
Había que esperar los resultados de las pruebas y análisis para saber si esta joven de 23 años que había llegado a la República Dominicana el lunes padecía la que han bautizado "Gripe porcina". Y llegaron en la mañana de este miércoles. Negativo. ¡¡¡Uffff!!! Un toque de atención sin embargo para no relajarse.
Me ha llamado la atención, en todo esto, el gran escándalo que se ha organizado desde el fin de semana y que ha generado una especie de pánico traducido, en algunos casos, en sensacionalismo que ha llevado a pesonas vinculadas a la comunicación y el periodismo a saltarse las más básicas normas de la profesión que vivo y defiendo.
Una amiga me decía esta mañana en una reunión que había escuchado en la televisión que el diagnóstico de la joven azteca era positivo. Me extrañaba no ver en los digitales noticia de tal trascendencia. La negación horas más tarde me hacía lamentar la falta de profesionalidad que a diario recibo de los medios de comunicación, salvo las excepciones de lugar.
La historia se repitió con un e-mail enviado por un colega en el que decía que no tomáramos en broma la gripe de los puercos (¿saben de algún puerco enfermo, muerto o algo por el estilo por esta enfermedad supuestamente causada por ellos?), que ya la mexicana estaba "infectada" y que había que cuidarse. Le tuve que llamar la atención y pedirle que, la próxima vez, corrobore las informaciones antes darlas por reales.
En la noche he leído una noticia en EL PAÍS que ha confirmado mis dudas sobre lo que nos están contado de esta enfermedad. ¿Hasta dónde es cierto que las muertes en México y Estados Unidos, lamentables todas, se deben a esta "nueva gripe"? ¿Nos están contando algún cuento exagerado por algún interés en paticular? Creo que en los próximos días iremos recibiendo información que colocará todo en su respectivo lugar.
29.4.09
28.4.09
El colmo del SMS bancario
No me quedó otra que reírme. El banco que mencioné en mi otro post no fue capaz de mandarme ni un SMS para anunciar la cancelación de mi tarjeta de débito por problemas con su seguridad, pero sí me mandó esta mañana otro mensaje.
Decía algo así como que me invitaban, el próximo viernes, a disfrutar gratis de una obra que será escenificada en el Teatro Nacional de Santo Domingo. Lo dicho, el colmo.
No pasé hoy por el cajero a revisar si la nueva tarjeta estaba activa. Tras ver la "invitación" por el celular se me han quitado las ganas. Y por si fuera poco, esta mañana me cortaron la luz por un despiste en la fecha de pago. Pero eso será en otro momento. Recopilo unos datos para mostrar una gran incongruencia.
Decía algo así como que me invitaban, el próximo viernes, a disfrutar gratis de una obra que será escenificada en el Teatro Nacional de Santo Domingo. Lo dicho, el colmo.
No pasé hoy por el cajero a revisar si la nueva tarjeta estaba activa. Tras ver la "invitación" por el celular se me han quitado las ganas. Y por si fuera poco, esta mañana me cortaron la luz por un despiste en la fecha de pago. Pero eso será en otro momento. Recopilo unos datos para mostrar una gran incongruencia.
26.4.09
Pique por un banco
El viernes 24 de abril, por la tarde, después de un almuerzo de trabajo con el gurú del mercadeo y las relaciones públicas 2.0 David Meerman Scott, tomé mi ruta a casa para cambiarme y acercarme a la Sala de la Cultura del Teatro Nacional. Debía asistir a la celebración del quinto aniversario de la revista Global, de la fundación en la que trabajo.
Mi cartera estaba vacía, así que decidí parar en un cajero del Banco Popular que queda cerca de casa. Metí la tarjeta en la ranura, me la devolvió y comencé la operación. ¡Sorpresa! Me pide que contacte con el banco. Pruebo de nuevo, por si había algún error técnico. Nada, no funciona. Llamé al banco, servicio al cliente.
"Su tarjeta ha sido cancelada y debe pasar por una sucursal para que le entreguen otra". Pedí una explicación, pues la que tenía en mis manos caducaba dentro de cinco años. "Para evitar fraudes hemos procedido a cancelar tarjetas". ¿Por qué no me lo habían avisado? ¿Y si hubiera tenido una emergencia y para eso necesitaba el dinero?
Alterado por la incompetencia comunicativa del banco, le pedí explicaciones a alguien que, por otra parte, no podía hacer gran cosa más que escucharme y repetirme, tras pedir excusas, que debía pasar a buscar otra y activarla. ¿No se dan cuenta del mal que provoca un problema de comunicación? Me causaron mal humor, tuve que gastar dinero en una llamada, desplazarme en mi vehículo a buscar la tarjeta, consumiendo gasolina y desgastando piezas, perdí el tiempo que tenía destinado para otros asuntos personales.
En suma, una mala comunicación del banco con el cliente -no sé a cuántos les habrá pasado lo mismo- generó mi descontento y mi desconfianza hacia una entidad que, además, no podía activarme la nueva tarjeta hasta pasadas 48 horas laborales. Todo esto lo pudieron evitar si me hubieran mandado un SMS, hecho una llamada, enviado un e-mail o incluso una carta informándome de su problema y pidiéndome que pasara a buscar un nuevo plástico por la sucursal de mi conveniencia.
Mi cartera estaba vacía, así que decidí parar en un cajero del Banco Popular que queda cerca de casa. Metí la tarjeta en la ranura, me la devolvió y comencé la operación. ¡Sorpresa! Me pide que contacte con el banco. Pruebo de nuevo, por si había algún error técnico. Nada, no funciona. Llamé al banco, servicio al cliente.
"Su tarjeta ha sido cancelada y debe pasar por una sucursal para que le entreguen otra". Pedí una explicación, pues la que tenía en mis manos caducaba dentro de cinco años. "Para evitar fraudes hemos procedido a cancelar tarjetas". ¿Por qué no me lo habían avisado? ¿Y si hubiera tenido una emergencia y para eso necesitaba el dinero?
Alterado por la incompetencia comunicativa del banco, le pedí explicaciones a alguien que, por otra parte, no podía hacer gran cosa más que escucharme y repetirme, tras pedir excusas, que debía pasar a buscar otra y activarla. ¿No se dan cuenta del mal que provoca un problema de comunicación? Me causaron mal humor, tuve que gastar dinero en una llamada, desplazarme en mi vehículo a buscar la tarjeta, consumiendo gasolina y desgastando piezas, perdí el tiempo que tenía destinado para otros asuntos personales.
En suma, una mala comunicación del banco con el cliente -no sé a cuántos les habrá pasado lo mismo- generó mi descontento y mi desconfianza hacia una entidad que, además, no podía activarme la nueva tarjeta hasta pasadas 48 horas laborales. Todo esto lo pudieron evitar si me hubieran mandado un SMS, hecho una llamada, enviado un e-mail o incluso una carta informándome de su problema y pidiéndome que pasara a buscar un nuevo plástico por la sucursal de mi conveniencia.
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