Hacía mucho tiempo que no escribía. Viajes, retornos, más viajes y... cierta indisciplina. Esto de los blogs es algo a lo que hay que acostumbrarse. Voy a ver si puedo retomar el curso y comienzo a escribir más a menudo. De momento, les dejo esta historia que escribí para El País, donde no salió completa. Aquí tiene la versión original:
República Dominicana es uno de esos países tropicales en los que si uno quiere marcha la puede tener los siete días de la semana y a todas horas. ¿O habrá que decir “era”? Los que disfrutan de las noches de jolgorio bañadas en niveles etílicos de diferente grado, según los gustos y capacidades físicas, seguro que se suman al tiempo pasado. El verano de Santo Domingo, Santiago, Puerto Plata, La Romana… en fin, de las principales ciudades del país, se ha visto alterado por la emisión de una norma gubernamental que limita el horario de venta de alcohol. El decreto 308-06, del 24 de julio pasado, prohíbe vender bebidas alcohólicas a partir de las 12 de la noche entre domingo y jueves, y a partir de las 2 de la madrugada, los viernes y sábados. Al que no haga caso, le pueden cerrar, temporal o definitivamente, el establecimiento, cancelarle el permiso para operar e, incluso, aplicarle otras sanciones dispuestas por las leyes y reglamentos dominicanos.
¿Por qué un cambio tan radical en un país en el que la madrugada podía ser regada con alcohol sin límites de ninguna clase? Como dicen los miembros del sector hostelero, una tierra “de gran tradición de vida nocturna”. Hay un poco de todo. Pero el motivo principal es la voluntad de las autoridades de reducir los niveles de violencia en los que se ha sumido el país caribeño desde hace aproximadamente tres años. "Actuamos contra aquello que tiende a propiciar la violencia, como lo es el exceso en el consumo de bebidas alcohólicas”. Las palabras de Bernardo Santana Páez, jefe de la Policía Nacional, no dejan lugar a dudas.
Ciertamente, las facilidades para embriagarse en la República Dominicana llegaban –quizá llegan aún- hasta el punto de poder comprar una bebida espirituosa sin bajarse del coche y consumirla al volante –sí, sí, tal cual lo usted lo lee- como si de un refresco, un zumo o una botellita de agua se hubiera tratado. Aquello de, “Si bebes, no conduzcas” se convertía en un sinsentido en esta tierra bendita del Caribe –dicen por aquí que no ocurren más desgracias de las habituales porque Dios no quiere. De ahí a que el incremento de la delincuencia esté directamente relacionado con el consumo de alcohol… Las propias autoridades han reconocido que es el incremento de consumo de droga una de las principales responsables.
El decreto 308-06 ha provocado sensaciones para todos los gustos. Sobre todo dos: frustración y alivio, depende de lo que a uno le guste o no la jarana. Los más tranquilos, aquellos que defienden la tesis de que la juerga no depende del alcohol, están felices porque piensan que por fin habrá paz y tranquilidad para dormir. En cambio, quien estaba acostumbrado a tener “barra libre” hasta que el cuerpo aguantara ha tomado la medida con desgana. Una de dos: empiezan la fiesta antes o cuando se corta el suministro de bebidas espirituosas siguen el bonche con lo previamente comprado. Porque el decreto no dice nada de “prohibido beber alcohol después de las…” o que “hay que cerrar a las…”, aunque las fuerzas de seguridad lo interpretan como les conviene y ordenan bajar la persiana de los locales con amenazas de diversa índole. Luis Brocker, presidente de la Asociación de Restaurantes de la Ciudad Colonial de Santo Domingo, se quejaba el martes públicamente. “Es un error lo que están cometiendo esas patrullas, porque se presentan con una actitud hostil y hasta sacan del lugar a los turistas, los invitan a salir, como si el país viviera una dictadura militar. Eso ahuyenta a los visitantes”.
La frustración del empresario hostelero confirma el sentir que desde días después de la emisión del decreto se percibía entre sus colegas. El presidente saliente de la Asociación Nacional de Hoteles y Restaurantes (Asonahores), Enrique De Marchena, afirmaba a principios de agosto que el sector no puede aguantar una medida de tales características más de tres meses si quiere ser competitivo. El ministro de Turismo, Félix Jiménez no compartía totalmente esa tesis. Sin embargo, el martes se destapó con la idea de que convendría flexibilizar las medidas en algunas zonas. “Yo creo que ya la ciudadanía ha ofrecido suficiente respaldo en más de un 93 por ciento a estas medidas y yo abogo por el mantenimiento, haciendo las excepciones que decía de Cabarete (unos 240 kilómetros al nordeste de la capital), la ciudad antigua de Santo Domingo y así gradualmente” en función de los resultados obtenidos en dichas áreas.
En una carta pública remitida al Presidente de la República, Leonel Fernández, los hosteleros propusieron algunos cambios, como el de que se amplíe en dos horas el horario de venta: hasta las 2:00 de la madrugada de domingo a jueves y hasta las 4:00 los viernes y sábados. Si no hay modificaciones, dicen que tendrían que despedir a unos 100,000 trabajadores de los 200,000 que emplean.
Como aliados para su causa tienen a los artistas. Si no hay bonche no los contratan y su nivel de ganancias peligra. El merenguero Sergio Vargas, diputado desde el pasado 16 de agosto, parece ser uno de los llamados a tratar de convencer al mandatario de que el pan suyo de cada día depende de que haya fiesta nocturna. Mientras tanto, “ley seca con sabor a toque de queda”.
13.9.06
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